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2013 - TAILANDIA - Estancia Prachuap - Comentarios

TAILANDIA
Estancia en Prachuap Khiri Khan
2013
23 de marzo - 03 de octubre


Una larga pausa, Prachuap Khiri Khan 


El 23 de marzo llegamos a Prachuap Khiri Khan, a medio camino entre Bangkok y la frontera con Malacia, pensando que, como de costumbre, sólo pasaríamos una o dos noches. 

Hace exactamente seis meses que estamos aquí.

En espacio de un medio día, paseando por sus alrededores nos dimos cuenta que este era el pequeño paraíso con el que habíamos soñado desde el inicio de nuestro viaje.

Así que primero decidimos poner el freno durante una semana, luego dos, luego un mes y luego seis meses más.

Instalados en un pequeño apartamento, pasamos los dos primeros meses de nuestra pausa, compartiendo el patio y la vista frente al mar con nuestros vecinos y propietarios de nuestro alojamiento, Suthat y Somboon.

Una gentil pareja de jubilados quienes amablemente nos acogieron y nos iniciaron a la vida thai aportándonos, durante esos dos meses, prácticamente todos los días, una copiosa dotación de sonrisas y atenciones y, además, un regalito: pastelillos de vainilla con cebolla, helados de coco con frijoles, pescado seco y picante…

Una amable muestra de su generosidad como lo fue también los ritos en los que nos permitieron participar, su invitación a compartir la mesa y toda su disponibilidad por enriquecer con su amistad nuestra estancia en Prachuap.

En mayo nos acomodamos en un alojamiento de tres pisos, bastante más grande que el de Suthat y Somboon, pero en el centro de la ciudad.

Esto nos alejó algunos cincuenta metros de la orilla del mar.

Como un gigantesco teatro, desde el balcón de nuestro segundo piso, cada día asistimos al renovador instante del amanecer sobre el mar; cada madrugada los barcos llegan y amarran para descargar pescado, y promesas de vida para nuestros ojos.

A la misma hora, las calles de Prachuap ya están llenas de obreros madrugadores, de atletas y taichí-nómanos en busca de aire marino, de doñas esmeradas con sus ligeras escobas asiáticas y por supuesto, de hileras y más hileras, de monjes descalzos y silenciosos.

Entre el medio día y las cuatro de la tarde, nuestro escenario se aquieta y hasta se duerme. ¿Y quién no? con este calor tan húmedo.

Pero, hacia las 6 de la tarde la animación retoma con los pic-niqueros nocturnos.

Gente de todas las edades, grupos de amigotes o familias acomodadas, comadres, viejitos y hasta abuelas, bajan cargando con tapetes, cacerolas y vajilla, para instalarse sobre bordes y banquetas, a la orilla del mar.
Es la hora de la cena, de la relajación, del aire fresco y de la amistad.

Prachuap cuenta con algunos 30 000 sonrientes habitantes; no es una ciudad enorme pero nosotros no requerimos del bullicio, ni del ruido y la contaminación, ni del estrés masivo para sentirnos bien.

Lejos del modernismo asiático, rodeados de mar, de montañas y de naturaleza a profusión, Prachuap nos aporta un poco más que lo básico para vivir: comercios, escuelas, un hospital y hasta vecinos con quien chacharear.

Entre el 13 y el 15 de abril, los días más cálidos del año, el país festeja la Songkran o el año nuevo Thai.
La tradición invita a que la familia se reúna y que, en un acto de respeto, se vierta agua perfumada en las manos de las personas mayores.

La juventud y, sobre todo, el calor han hecho evolucionar esta tradición.

Desde hace algunos años, las calles de todas las ciudades de Tailandia se transforman para esta fecha, en explanadas espectaculares de batallas de agua.

Con pistolas, cubetas y hasta tanques cargados de agua, la gente se arma para hacer frente en su casa, o circular en scooter o en camioneta, con el único fin de mojar y remojar a los otros.

Atravesar entre varios bandos “armados”, con nuestra cámara fotográfica en mano, fue para una ocasión de constatar, una vez más, el impacto de simpatía y respeto en esta sociedad.

De un extremo a otro, Prachuap es una bahía que acapara.
Hacia el norte, la colina de los macacos se eleva.
Trescientas noventa marchas escalonan el parque natural de los monos macacos que, en medio de risas y espantos, nos guían en relevo hasta la cima.
En sus alturas, donde trona un templo erigido a Buda – y destruido por los monos – nos espera el deleite más inspirador: sobrevolar hasta el punto más lejano el mar azul de Prachuap.

Hacia el sur, Ao Manao, la colina más alta de Prachuap e igualmente, nido ecológico de monos.
Pero monos de una especie más rara: los langurs (Semnopithecus) o monos sagrados de la India.
Más estéticos, más moderados y más monos que los macacos, los langurs van vestidos con traje negro, adornados con círculos blancos alrededor de los ojos.
Para colmo de su encanto, las mamás cuidan tiernamente a sus bebés en los brazos.
Los bebitos son tan amarillos que el primero que vimos pensamos que era un peluche.
Escapar a la contemplación y a la comparación es, simplemente, imposible.

Escalar los casi 200 metros de la magnífica elevación de Ao Manao, fue para nuestros músculos una de las excursiones más arduas pero, para nuestro espíritu, un delicioso embeleso.
Para comenzar, había que zanquear algunos 500 peldaños, haciendo una que otra pauta para respirar; al final de esta acalorada escalinata: sorpresa! Sólo nos esperaba una cuerda.

La segunda parte de la ascensión, un terreno de roca y vegetación con una verticalidad que se adivinaba cada vez más acentuada, sólo disponía de una cuerda para que, con veinte dedos, se la jueguen los intrépidos.
Es decir, nosotros.

Ahora sé que hay que estar bien entrenado – o descocado – para jugársela; pero a nosotros como que ya nos estaba faltando una buena cura de adrenalina.
Cuarenta minutos más tarde pudimos ver que el otro extremo de la cuerda culminaba en una capilla y en un mirador natural de 360° de la más embriagante belleza.
¡Ao Manao!

La escuela de la vida asiática, no se aprende en seis meses; menos aun si no se habla el idioma.
Pero incluso sin comprender muchos de los cómos y los porqués, esta nación y este pueblo en particular, han enriquecido nuestra cultura con su hospitalidad, con su autenticidad, con su respeto, con su sabiduría paradoxal y sobre todo, con su sonrisa y con su amistad.

Además de pasearnos, de descubrir la población y de tratar de asimilarnos a ella, durante estos seis meses, también trabajamos.
¡Así es!

Por un lado, mi More se inició en un curso autodidáctico de programas de producción de videos.

Gracias a su empeño y talento edito con cierta magia algunas de las imágenes de nuestro viaje.
Ver ítem Videos.

Mi trabajo, mucho más fácil, consistió en hacer algunas visitas a la escuela primaria, en tomar clases de masaje thai y en hacer compañía a algunas viejecitas.

Bajo el hermoso cielo de Prachuap Khiri Khan se fecundó uno de mis más grandes anhelos: escribir nuestra historia, inmortalizar la emoción de los tramos más cruciales y las hazañas y peripecias que combinaron en nuestra trayectoria. Habrá que esperar un poco más para ver concretizado este sueño pero ya por siempre, esa historia quedará unida a Prachuap Khiri Khan.

Nuestro Edén asiático.

El próximo 15 de octubre volamos de Asia a América, de Bangkok a Buenos Aires, Argentina, donde nuestra querida amiga Catherine Liot y su familia, nos acogerán.
Nos queda un mes exactamente antes de dejar Asia detrás.
Un mes en que, con más razón que nunca, trataremos de aprovechar.
Nuestro camino hacia México, acaba de iniciar.




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